La epilepsia infantil es el trastorno del funcionamiento del cerebro más frecuente en la niñez, afectando a 5 de cada 1000 personas. Después de la aparición de una primera crisis epiléptica, en el 50 % de los menores de tres años hay posibilidades de que estas se repitan.
De forma ocasional hasta el 5% de las personas pueden sufrir una crisis epiléptica en la infancia, pero no se diagnostica como epiléptico si esta no se repite. La diferencia radica en que en la infancia el cerebro en desarrollo es más excitable y reacciona de forma más dispersa que a edades avanzadas.
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Aproximadamente dos tercios de los pacientes que son diagnosticados con epilepsia infantil superan las crisis luego de la adolescencia. No obstante, esta condición requiere de tratamiento médico y ayuda parental para garantizar que el pequeño tenga una vida saludable y feliz.
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Epilepsia infantil
La epilepsia es un trastorno del funcionamiento del cerebro que causa ataques recurrentes. Se caracteriza por la aparición de convulsiones, que se atribuyen a los cambios en la actividad eléctrica y bioquímica en el cerebro.
Durante los primeros seis meses de vida
Las causas más frecuentes de las crisis epilépticas en los primeros seis meses de vida son las convulsiones neonatales benignas, el daño cerebral perinatal, algunas malformaciones congénitas del sistema nervioso, la meningoencefalitis, el Síndrome de West o diversos trastornos metabólicos.
De 6 meses a los 3 años
Las convulsiones entre los 6 meses y los 3 años de vida, suelen aparecer como consecuencia de traumas cerebrales, infecciones, envenenamiento o secuelas de alteraciones perinatales.
Las crisis convulsivas también pueden manifestarse de formas muy variadas. Pueden durar pocos segundos o varios minutos, en dependencia del área afectada y los tejidos cerebrales que intervienen en ella.
Los criterios para clasificar a un niño con epilepsia infantil son que presente más de un episodio, y que las convulsiones no se deban a causas específicas como la diabetes o infecciones graves. Otros factores para considerar son la edad, el tipo de convulsiones, la respuesta al tratamiento y otros problemas de salud presentes.
Debido al avance en los tratamientos muchas personas controlan sus crisis con medicamentos hasta superarlos, haciendo la enfermedad más manejable.
Tipos de crisis epilépticas
Las crisis parciales o focales pueden ser simples, si no hay pérdida de conciencia, o complejas. Sus manifestaciones dependen del área cerebral afectada, y pueden ocasionar:
- Ausencias: períodos de pérdida de conciencia y parada de actividad del niño.
- Convulsiones atónicas: el niño pierde el tono muscular, lo que provoca caídas bruscas.
- Convulsiones generalizadas tónicas: crisis con contracciones musculares de forma general.
- Convulsiones generalizadas tónico-clónicas: se alterna la rigidez corporal con sacudidas musculares generalizadas.
Diagnóstico de la epilepsia infantil
El trastorno se identifica cuando el niño tiene varios ataques sin causa identificable. Todo menor que sufra convulsiones debe atenderse como una urgencia médica y recibir seguimiento antes de remitirlo a un neurólogo pediátrico quien es el especialista más idóneo para confirmar la presencia de epilepsia infantil.
Los pasos del diagnóstico varían para cada paciente, pero por lo general se confirma a través de:
- Historia médica detallada: esta incluye datos sobre el embarazo y el parto, antecedentes familiares de epilepsia, si el niño ha padecido de una fiebre muy alta o alguna lesión grave en la cabeza. También se investiga si el pequeño ha presentado períodos en que su mirada ha estado perdida, si ha sufrido desatención o apnea. También le preguntaran a los familiares sobre las características detallada de cada crisis convulsiva.
- Examen físico: se avalúa el estado cardíaco, neurológico y mental del niño.
- Examen de sangre: para descartar causas potenciales u otras enfermedades.
- Tomografía axial computarizada (TAC): esta discrimina si la convulsión se debe a una lesión neurológica u otra enfermedad de base.
- Electroencefalograma (EEG): evalúa el riesgo de recurrencia de las convulsiones y ayuda a determinar el tipo de convulsión y síndrome epiléptico.
- Imagenes por resonancia magnética (IRM): es muy útil para evaluar un nuevo inicio de convulsiones o aquellas que comienzan en una parte específica del cerebro.
Si un niño es diagnosticado con epilepsia, el médico tratará de clasificarla según el síndrome al que correspondan sus síntomas.
Síndromes de epilepsia infantil más frecuentes
Existen cuatro grupos principales en los que puede clasificarse la epilepsia infantil, en dependencia de los síntomas y edad de aparición. Estos son:
Epilepsia benigna infantil
Se considera la forma de epilepsia infantil más frecuente. Esta se trasmite genéticamente por la presencia de un gen autosómico dominante, por lo que se detecta si existe en la historia familiar antecedentes de epilepsia. Aparece antes de los diez años de vida, y los ataques ocurren durante el sueño o justo antes de despertar.
Un niño con este síndrome no tendrá alteraciones neuropsicológicas, pero sí pueden aparecer alteraciones en el habla, como la emisión de ruidos guturales.
Epilepsia benigna psicomotora
De causa desconocida, esta epilepsia es parcial, benigna y de pronóstico favorable. Los niños que se agrupan en este síndrome tienen síntomas de tipo afectivo como miedo o terror, problemas de masticación, risa espontánea, palidez o sudoración.
Síndrome de West
El síndrome de West provoca crisis de epilepsia se caracteriza por la aparición de espasmos mioclónicos masivos (sacudidas repentinas e involuntarias de diversos grupos musculares) y deterioro psicomotor y mental.
Suele diagnosticarse antes del sexto mes de vida, y se asocia a encefalopatías, malformaciones cerebrales o como secuela de meningoencefalitis. El pronóstico es desfavorable debido a su carácter progresivo y que no responde a los medicamentos.
Síndrome de Lennox-Gastaut
Este síndrome de Lennox-Gastaut se diagnostica generalmente entre los dos y los ocho años. Las crisis epilépticas tienen diversas formas: tónicas, atónicas y de ausencias. Este síndrome epiléptico suele acompañarse de deficiencia mental con un deterioro progresivo, por lo que su pronóstico no es favorable.
Tratamiento de la epilepsia infantil
La primera línea de tratamiento para la epilepsia son los medicamentos, pero no todos los menores responden de la misma forma a ellos. Se estima que el 70% de los casos responden al tratamiento con fármacos antiepilépticos.
En estos momentos se dispone de varios medicamentos antiepilépticos, por lo que toma cierto tiempo determinar cómo responde cada menor a cada uno de ellos. Este tipo de fármacos no altera la susceptibilidad del cerebro de producir ataques, pero trata sus síntomas reduciendo la violencia de las convulsiones.
No obstante, deben tomarse de forma regular hasta que alcancen ciertas dosis sostenidas en el organismo. En dependencia del caso y si el niño no tiene ataques pasados varios años, el facultativo puede decidir retirarlos de forma gradual, siempre bajo su cercana supervisión.
Otras soluciones a los casos que no responden bien a los medicamentos son la cirugía cerebral, dispositivos injertados que previenen y controlan los ataques o terapias dietéticas, entre ellas se recomiendan entre otras la dieta cetogénica y dieta Atkins modificada.
La epilepsia puede estar acompañada por trastornos del estado de ánimo, así como del aprendizaje. Otros problemas comunes son dolores de cabeza frecuentes o úlceras. En todo caso, ante otras posibles comorbilidades, los padres deben informar al médico sobre la epilepsia de su hijo, el tratamiento que está llevando y aclarar con él cualquier duda al respecto.
Si tu hijo padece de epilepsia infantil necesita tu atención y apoyo desde la primera etapa de la enfermedad, hay numerosas alternativas que lo pueden ayudar a vivir con esta dolencia. No te confies y acude a un profesional que te ayude a enfrentar la enfermedad y ante todo evitar sus posibles secuelas.
Cuanto más temprano se haga el diagnóstico y se imponga el tratamiento, mejor será su evolución y pronóstico.
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