En ocasiones anteriores desde Canal Chupete nos hemos referido a la importancia del juego en el desarrollo infantil y hoy vamos a referirnos a la responsabilidad que tenemos como padres de enseñarles a nuestros hijos a saber perder. Y es que hay numerosos niños y también adultos que se disgustan, gritan o lloran cuando pierden en un juego.
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Como adultos debemos de comprender que cuando nos tomamos mal una derrota, proyectamos una mala imagen de nosotros mismos hacia los demás, lo que hace más probable que nadie quiera ser nuestro compañero de juego después. Nadie quiere jugar con alguien que se enfada y vocifera si no puede ganar. Vencer al mal perdedor no es tarea sencilla, pero es necesario que nuestro hijo aprenda que en el juego lo mismo puede ganar que perder y tanto una como otra se puede logar con gran dignidad
Participar es lo importante
Seguro has oído esa frase muchas veces, sobre todo de boca de quien ha perdido. Se compite para ganar, sea cual sea el juego del que hablamos, desde el fútbol hasta el escondite. Jugar implica dar nuestro mejor esfuerzo por triunfar, por lo que es difícil aceptar la derrota con una sonrisa.
Esto es aún más difícil para un niño, porque se esfuerza por obtener el reconocimiento de sus compañeros y sus padres como los mejores en lo que hacen. Por eso, es normal que no se tomen nada bien el haber sido superado por otro compañero de juegos.
En materia de juegos, los niños son pequeños dictadores en potencia que quieren cambiar las reglas a su favor. Si el resultado no es el que ellos desean, es común que perder provoque en ellos un torbellino de pataletas, chillidos, llantos o quejas, llamando a los padres para que les ayuden cuando ellos consideran que otro niño hizo trampa. Esto convierte a un simple juego de niños en una verdadera batalla campal, con cada padre mirando apenado sin saber qué hacer.
Si sospechan que van a perder, es usual que abandonen el juego por la mitad, o ni siquiera jueguen. Otros niños que no han aprendido a saber perder son incapaces de aceptar sus propias deficiencias, y prefieren achacar la derrota a cualquier factor externo: desde que la pelota estaba desinflada a que no era justo jugar contra niños mayores.
Sobre la importancia de saber perder
Es importante que inculquemos a nuestros hijos desde pequeños en la importancia de saber perder. Ten en cuenta que a lo largo de su vida se encontrará ante situaciones en las que no obtendrá el resultado que desea, o por lo menos de forma completa, así que es mejor comenzar desde temprano.
A veces se gana, a veces se pierde. A veces es contra otros niños, a veces contra sí mismo. No siempre se pueden sacar las mejores calificaciones, resolver los problemas solos, ser el que marca todos los goles del partido ni el que siempre saca las mejores cartas de la baraja. Ganar y perder es el precio de jugar, porque del otro lado del tablero o de la cancha hay otro niño que también hará su mejor esfuerzo por ganar.
La obsesión por ser siempre el mejor demuestra inseguridad, y no debe fomentarse. No siempre se puede ser el primero en todo: en lo físico, en lo social y en lo intelectual. El niño puede tener más habilidades en una u otra área, pero debe saber que incluso en lo que se sienta fuerte puede haber un competidor que lo supere.
Un niño que a veces gane y a veces pierda es un niño que todos querrán jugar con él y estará por completo integrado a la actividad. Pero un niño que no sabe perder comenzará a ser rechazado por los otros y puede conducirlo al aislamiento porque no es bien aceptado por el colectivo.
Cómo enseñar a un niño a saber perder
Este grupo de consejos de seguro te serán valiosos para enseñarle a tu hijo como no ser un mal perdedor:
- Acostúmbrale que no siempre puede tener lo que desea: si siempre le das todo con tal de no oír sus pataletas, le estarás condicionando para que cuando juegue y pierda piense que puede cambiar el resultado con berrinches. Debes establecer límites y que se acostumbre a que a veces no le vas a complacer. Así, no se enfadará cuando también sus amigos le digan que no.
- Explícale que le pasa a los malos perdedores: él quizás no se dé cuenta que con su mal perder está molestando a los demás. Dile que si persiste en su actitud caerá mal y otros niños terminarán por no querer jugar con él.
- Ganar con trampas está mal: saber perder es una habilidad que le será muy útil, pero igual de importante es saber ganar de la forma adecuada. Si se acostumbra a salirse con la suya con trampas lo más probable es que más temprano que tarde le sorprendan y cuestionen todas sus victorias.
- Las reglas se respetan: cada juego tiene su conjunto de reglas que no pueden variarse a voluntad. Si el niño es pequeño, el conjunto de reglas no puede ser muy complicado, pero tienen que estar bien establecidas.
- No consientas ninguna actitud antideportiva: a veces en el calor del juego los padres permitimos alguna que otra ventaja a favor de nuestro hijo. Eso está muy mal, porque estamos reforzando el espíritu antideportivo y de “vale todo”. Si le sorprendes tomando ventaja, exclúyele del juego para que entienda que debe respetar las reglas.
- Predica con el ejemplo: los niños imitan la conducta de los padres. Si ven que te enfadas cuando tu equipo preferido pierde, copiarán tu actitud y no te harán caso cuando les expliques que lo importante es participar.
- Refuerza su espíritu de juego: dile frases del tipo “muy bien jugado”, “lo has hecho muy bien”, “eres un rival digno”. Reconocerle así hará que cuando juegue haga lo mismo con sus compañeros de juego.
- Saber perder y saber ganar: el niño debe aprender que, igual que a él no le gusta perder, tampoco a su contrario. Humillar o hacer sentir ridículo a los demás cuando gana es la vía más rápida para que hagan lo mismo con él cuando pierda.
- Sube su autoestima, pero hasta un punto: cuando juegues con él, haz que gane pero también derrótale de vez en cuando. Las victorias elevan su autoestima, pero las derrotas le enseñan humildad.
- Usa el deporte como modelo: cuando vayas con él a un evento deportivo o vean juntos un partido en la tele, enséñale que el equipo rival no es el enemigo. Que lo que importa es jugar bien y pasar un buen rato. Puedes apoyar al equipo local, claro, pero sin demonizar al otro.
La educación de un hijo es una labor que además de amor requiere gran paciencia, perseverancia y sistematicidad, pero es la única manera de inculcarle los valores y principios que lo harán mejor persona en su andar por la vida. Por muchas dificultades que confrontes no te des por vencida, en el futuro mucho de lo agradecerán.
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