La fiebre alta siempre es un motivo de preocupación para los padres y más aún cuando se presenta en los dos primeros años de vida. Una de sus causas pudiera ser la roséola.
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Esta enfermedad infantil es conocida también por otros nombres, como Roséola Infantum, fiebre de los tres días, exantema súbito o sexta enfermedad por ocupar la sexta posición entre las enfermedades que causan erupción en los niños.
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¿Qué es la roséola?
Esta enfermedad aparece en bebés y niños menores de 2 años, pero es más frecuente entre los 6 meses y 12 meses. El 90% de los casos se presentan en niños menores de dos años. La mayoría de las enfermedades eruptivas, suele aparecer al final del invierno y durante la primavera, pero se considera que la roséola se presenta durante todo el año.
Al presentarse en estas etapas de la vida donde los niños son tan sensibles y frágiles pues nos pone en alerta y crea grandes preocupaciones. Más aun cuando la fiebre se acompaña de erupciones cutáneas. Lo primero en que pensamos es que el sarampión ha llegado a nuestra casa.
En este caso también podría tratarse de roséola porque tiene entre sus síntomas más típicos, la fiebre y la erupción cutánea. Es por eso que puede ser confundida con el sarampión. La roséola es menos peligrosa, pero debe ser diagnosticada y atendida y fundamentalmente evitar las convulsiones febriles.
Causas de la aparición de la roséola
Más del 90% de los casos de roséola son producidos por el herpes virus humano HHV-6. También puede estar causado por el HHV-7 pero en una frecuencia muchísimo menor. Se transmite por la saliva, las secreciones nasales y la sangre. Se considera una enfermedad frecuente, manifestándose en el 30% de los niños entre 4 y 34 meses de vida.
Síntomas de la roséola en bebés y niños
Sus síntomas exteriores se limitan a una erupción transitoria, que aparece tras una fiebre alta durante unos tres días. Esta erupción tiene una coloración entre rosácea y roja, que le da nombre a esta enfermedad. El eritema desaparece a los pocos días, sin dejar descamación.
La roséola comienza con un período de incubación de 5 a 15 días. Los primeros síntomas incluyen un leve enrojecimiento de los ojos, irritabilidad, coriza leve y dolor de garganta. Luego aparece una fiebre alta entre 39 a 40° C, de forma repentina. Este estado febril no guarda proporción con el estado generalmente bueno del paciente.
Esta fiebre puede mantenerse por unas horas, pero en ocasiones puede durar hasta 3 días, seguida inmediatamente por el exantema súbito. La erupción comienza en el tronco, para luego cubrir las extremidades superiores, el cuello, las piernas e incluso la cara.
Esta erupción aparece en forma de puntos rosáceos pequeños ligeramente levantadas, que se mantienen por uno o dos días y generalmente no producen comezón. Aunque es una señal de alarma para los padres, al desaparecer la fiebre la erupción, indica que el peligro ha pasado.
Enfermedades similares a la roséola en niños
Hay diversas enfermedades que se manifiestan con fiebre y erupción cutánea como el sarampión, la escarlatina y la rubéola. También cuando se produce alguna reacción alérgica a algún medicamento puede aparecer el rash aunque no la fiebre.
Como previamente mencionamos, la roséola puede confundirse con otra enfermedad infantil mucho más seria. La más parecida es el sarampión, pero los propios síntomas clínicos permiten diferenciarlas.
El sarampión provoca que el niño luzca mucho más enfermo en su estado general, y además de la fiebre alta hay otros síntomas como tos y conjuntivitis. La erupción es mucho más persistente y afecta fundamentalmente el rostro. En casos graves, puede aparecer disfunción hepática, inflamación en los pulmones y encefalitis. El sarampión, claro está, debe ser dictaminado por un especialista entrenado. Ante las dudas, en el caso de fiebre alta en un menor, la mejor estrategia es llevarlo de inmediato al médico para su diagnóstico.
No obstante, las posibilidades de la aparición del sarampión son muy remotas. Esta enfermedad puede prevenirse con la vacuna contra el sarampión, incluida en la llamada vacuna triple vírica o SPR. De obligatoria aplicación en muchos países y confiere protección contra el sarampión, la rubéola y las paperas.
Diagnóstico y tratamiento de la roséola en bebés y niños
La roséola se diagnostica fundamentalmente por el cuadro clínico. El médico hará un examen físico y preguntará sobre la historia clínica del menor. El niño puede presentar inflamación en los ganglios linfáticos del cuello o la parte posterior de la cabeza.
Si el niño no ha recibido la vacuna triple vírica y se sospecha un brote de sarampión, pueden ordenarse exámenes de sangre para confirmar por vía de laboratorio la presencia de anticuerpos contra el sarampión. No existen vacunas que prevengan la aparición de la roséola, pero esta enfermedad tiene un carácter benigno de por sí.
El tratamiento de la roséola, como el de la mayoría de los procesos virales, es sintomático y lo que se trata es de aliviar el malestar general. En la mayoría de los casos hay una buena respuesta al tratamiento.
La fiebre se trata proporcionándole abundante líquido, y si es muy alta se recomienda aplicar baños de esponja. También puede ser necesario indicarle algún medicamento para bajar la fiebre como el paracetamol o el ibuprofeno, siempre en las dosis orientadas por el pediatra. No debe administrarse aspirina porque su uso puede dar origen a la aparición del Síndrome de Reye.
La fiebre alta en niños pequeños puede provocar convulsiones febriles. Si aparecen convulsiones, en imprescindible acudir al médico de inmediato. En cuanto a la erupción, esta no requiere tratarse con lociones o cremas especiales porque no produce picazón o prurito.
Una vez que la erupción desaparece, no hay riesgo de contagio y el menor puede retomar su ritmo de vida normal, que incluye su asistencia a la guardería y el contacto con otros niños.
Posibles complicaciones de la roséola
Esta enfermedad evoluciona de forma favorable espontáneamente. En la mayoría de los casos la roséola no da origen a complicaciones serias. Solo si aparecen convulsiones febriles puede haber complicaciones. En muy pocas ocasiones se reporta la posibilidad de que aparezcan meningitis asépticas, encefalitis u otras complicaciones del sistema nervioso central.
Si se realiza un control estricto de la temperatura del menor, estas complicaciones se minimizan. Por tanto, no hay ningún motivo de preocupación ante esta enfermedad.
Los buenos hábitos higiénicos la mejor prevención
No hay tampoco medidas de prevención eficaces, salvo el lavado frecuente de las manos al manipular a un niño enfermo para evitar el contagio de otros menores.
Los buenos hábitos higiénicos y el lavado de manos cuidadoso y frecuente ayudarán a prevenir la diseminación de virus y así evitar el contagio con los virus que causan la roséola.
Si la enfermedad aparece siga los consejos del pediatra y todo estará bien, porque es una enfermedad que impresiona pero no es peligrosa.