Por lo general los niños escogen el momento y lugar más inoportuno para dar una perreta, berrinche o rabieta.
¿Ha estado en un lugar público, rodeado de personas y justo entonces a su hijo le da por gritar, arrojarse al suelo y patalear porque no ha logrado alguno de sus caprichos? A usted se le cae la cara de vergüenza pensando que no es capaz de controlarlo, y es que, entre tanta gente, seguramente alguien pensará que usted es un mal padre o una madre que no está capacitada.
Si deseas más información sobre este tema, te invito a leer: ¿Es la rabieta de tu hijo un trastorno psicológico?
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¿Las perretas tienen relación con que seamos buenos o malos padres?
No se sienta culpable o avergonzado. Las perretas de nuestros hijos son situaciones normales y todos nos ha pasado alguna vez. Como madre o padre usted puede estar tan capacitado como cualquier otro para actuar e influir en el comportamiento de su hijo.
Para el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) las rabietas severas y recurrentes son incluso parte de una enfermedad mental que se denomina trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo.
Pero lo cierto es que, si el niño tiene una perreta, eso no significa que esté fuera de control, significa que es un niño. Y como tal está aprendiendo a interactuar en un mundo en el que aún tiene mucho por descubrir. Un mundo donde al menos ya tiene una certeza: si llora sus padres le atenderán y le darán aquello que necesita o cree necesitar.
La perreta es un hecho, que, aunque está descrito en la literatura médica como episodios propensos a aparecer entre los 3 y 4 años de edad, en la práctica, cada día se presenta más temprano y si usted no tiene la orientación adecuada de cómo manejar esta situación se va a desesperar sin obtener ningún resultado.
Cualquier niño puede hacer rabietas, pero no es menos cierto que aparece más frecuentemente en hogares disfuncionales o en aquellos donde se acostumbra a sobre proteger al menor y no hay consistencia en la disciplina.
¿Qué caracteriza la perreta?
Pues no es más que la actitud que asume el niño ante una frustración. El niño llora, patalea, grita e incluso intenta agredir a las personas a su alrededor. Y la palabra clave aquí es precisamente frustración.
Su hijo quiere obtener algo, ya sea material o aquello que representa un beneficio colateral y si no lo obtiene manifiesta su frustración por medio de la perreta. Sin embargo, también puede estar, simplemente, probando fuerzas y estableciendo su dominio como un pequeño tirano que solo espera de usted una ciega obediencia. Al final se trata de una lucha de poder.
¿Qué hacer ante una perreta?
Es muy sencillo, usted tiene que enseñar a su hijo el valor del Sí y del No. Como padres tenemos que establecer reglas claras. Solo usted puede decidir cuando su hijo puede o no ejercer su voluntad, de esta forma lo educa y establece una disciplina consistente.
Cuando su hijo haga una rabieta, usted ignórelo, sencillamente no le haga caso, no lo de más importancia de la que tiene. Debe protegerlo que no se dé un mal golpe, pero solo eso, no le preste atención pues es eso lo que busca.
El niño va a llorar, gritar y patalear, pero finalmente se va a cansar. Cuando eso ocurra, ahí es cuando usted va entrar realmente en acción.
Cuando la rabieta ha terminado es momento de mantenerse firme en el No, pero también es momento de explicar el Por Qué, porque no podemos acceder a su petición. Terminada la rabieta también es importante que el niño aprenda a disculparse y a comprometerse a que la rabieta no se repita nuevamente.
Pasos a seguir ante una perreta
En la educación de nuestros hijos, en numerosas ocasiones tenemos que hacer acopio de paciencia y remodelar nuestros deseos a las realidades. Una de las situaciones que impone un gran estrés y desesperación es una perreta fuera de control, pero con estas sugerencias hará menos difícil tu labor y te ayudarán a enfrentar una rabieta.
Definir el espacio
Definir el espacio en que nos encontramos, es importante saber si estamos en un lugar público o en un espacio privado. Si se trata de un espacio público, extremar la vigilancia ante situaciones que puedan afectar físicamente a nuestros hijos, pero tampoco podemos descuidarnos incluso en nuestro propio hogar. Recuerde, lo primero es la seguridad del niño.
No intente negociar
Nunca intente negociar en el momento de la rabieta. No le diga al niño frases como “cállate” o “no llores más”, pero sobre todo no ceda ante la rabieta. Sencillamente vigílelo y no establezca ningún tipo de comunicación.
No imponga ningún castigo
Cuando termine la perreta No imponga ningún castigo. Converse con el niño y bríndele una explicación consistente del porque usted no puede cumplir con su demanda, digamos por ejemplo “cariño no puedo comprarte ese juguete porque resulta demasiado caro y en estos momentos es más importante dedicar ese dinero a tu educación”
No mienta y sea justo
No mienta y sea justo. Los niños están capacitados para entender cualquier situación siempre que esta se le explique correctamente, si el motivo por el cual usted no puede satisfacer los deseos de su niño es razonable el terminará por entender claramente la situación, nada de “la respuesta es no porque no me da la gana”, pues genera mayor frustración.
Las rabietas no son una actitud inteligente
Deje bien en claro que las rabietas no son una actitud inteligente. Hágale ver al niño que no ha logrado nada en el momento de la misma y que solo han reanudado la comunicación en el momento en que esta ha concluido. Convénzalo de que se actitud nunca le dará resultados y que debe disculparse con usted.
Esto último es muy importante porque durante toda su vida nuestros hijos enfrentarán situaciones en las que no siempre conseguirán lo que quieren y aun así tendrán que aprender a aceptar y a convivir con las personas que le rodean: respetándolas
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