La muerte es un proceso inevitable. Una realidad que siempre resulta dura de aceptar y que tiene grandes repercusiones emocionales. Para los niños, cuando pierden a un ser querido, esta realidad es incluso más dura. Afrontar el duelo resulta sin dudas, una situación difícil para nuestros hijos y es nuestro deber apoyarlos en ese momento tan especial de su vida.
Según se refiere en algunos datos estadísticos mundiales el 4% de los niños pierde a uno de sus padres antes de los 15 años de edad. Análisis efectuados en los Estados Unidos América estiman que el 3,5% de los niños y adolescentes han perdido a uno de sus padres antes de los 18 años.
En numerosas ocasiones la muerte es tratada como un tema secreto y no se acompaña al niño adecuadamente en su proceso de duelo. Esto puede repercutir negativamente en el niño y como consecuencia provocar problemas de rendimiento escolar, cambios en la conducta, depresión, ansiedad y otras muchas alteraciones.
Contenido
- 1 Concepto de muerte en la etapa adulta
- 2 ¿Cómo se asume la muerte en las diferentes etapas de la vida infantil y la adolescencia?
- 3 ¿Qué es el duelo?
- 4 ¿Cuáles son sus etapas?
- 5 ¿Cómo se manifiesta el duelo en los niños?
- 6 ¿Cómo afrontar el duelo de un niño?
- 7 ¿Qué particularidades tiene el duelo en los niños?
- 8 Manejo específico del duelo acorde con la edad
- 9 ¿ Cómo apoyar a nuestros hijos durante el duelo?
- 10 El funeral
- 11 Complicaciones en el duelo infantil
- 12 ¿Cuándo es necesaria la intervención profesional?
Concepto de muerte en la etapa adulta
Para los mayores y para los especialistas en la materia, el concepto de la muerte en la etapa adulta tiene cinco características fundamentales, ellas son:
- Universalidad
- Irreversibilidad
- No funcionalidad
- Causalidad
- Continuación no corpórea
¿Cómo se asume la muerte en las diferentes etapas de la vida infantil y la adolescencia?
El concepto de muerte como lo interpretamos en la etapa adulta de la vida, se va adquiriendo durante el desarrollo infantil. Los niños la interpretan de una forma diferente en las etapas iniciales de su vida.
Primer año de edad
Durante el primer año de vida, el niño no tiene noción de la muerte, todo su esfuerzo está dirigido hacia sus propias percepciones, su entorno y su vínculo con la persona que lo cuida. Pueden reaccionar con angustia ante la pérdida de la principal persona que lo cuidaba, de cambios en los estímulos, los juegos, los rostros sonrientes o de ser sostenido en brazos.
A partir del año y menores de 3 años
Debido a que en esta etapa no existe una clara percepción del tiempo y el espacio el concepto de muerte no está vigente en la mente de los niños. La muerte en esa etapa se asume como una falta de un ser querido, como una separación. Pueden reaccionar ante la separación y a los cambios en su entorno. Pueden tener reacciones ante la muerte como llanto y la conducta aferrada.
Entre los 3 y 5 años
El niño aun no puede asumir las diferencias entre estar vivo y estar muerto. Creen que la muerte es reversible, la identifica como un sueño o una larga jornada. Cerca de los cinco años puede ser capaz de identificar que algo muerto no funciona, pero aun no comprende su universalidad. Pueden pensar que la muerte de su padre es un castigo por portarse mal.
Pueden haber reacciones ante la pérdida de un ser querido manifestándose miedo a la separación de los padres y otros seres queridos. También pueden existir cambios en la conducta con irritabilidad, agresividad, llanto, aislamiento y en algunos niños se exacerban los temores.
Entre los 6 y 8 años
La muerte se identifica como algo externo, pero no relacionada con sus padres, ni con él mismo. Lo ve como una consecuencia de causas específicas y no a procesos y la personifican como si tuviera existencia propia.
Las reacciones que se manifiestan como consecuencia de la muerte de seres queridos, es el enojo, la agresividad, la negación, la irritabilidad. Se pueden desarrollar sentimientos de culpa, temor a la separación, cambios en el carácter, temor a estar solo, dolor de estómago o de cabeza. En ocasiones se añaden problemas escolares, pesadillas y dificultades en la concentración.
Entre los 9 y 12 años
Ya conocen que la muerte es inevitable y son conscientes de que les puede suceder a ellos, a familiares allegados o a amigos. Son más vulnerables a las pérdidas. Los niños de 9 a 12 años tienen una comprensión madura de la muerte, ya se ha incorporado el concepto adulto con sus cinco características fundamentales.
Pueden manifestarse problemas de ansiedad por separación y preocupaciones acerca de la vulnerabilidad de otros miembros de la familia.
12 años en adelante
Comprenden plenamente el significado de la muerte y cómo puede influir en su futuro y el de su familia. Pueden desarrollar sentimientos de angustia u obsesión. Los adolescentes pueden aislarse de las actividades familiares y refugiarse en amigos.
Los adolescentes pueden enfrentar en mejores condiciones las consecuencias de la muerte que los niños.
Son más propensos a desarrollar conductas de riesgo y adicciones como el abuso de drogas o el consumo excesivo de alcohol. También se asocia a conductas antisociales.
Entre las manifestaciones de la muerte en esta etapa se encuentra el resentimiento, la pérdida de confianza, el sentimiento de culpa, vergüenza. En situaciones más severas puede conducir a depresión, pensamientos suicidas, aislamiento, ansiedad, pánico, cambios en el humor, irritabilidad y exagerada euforia.
¿Qué es el duelo?
El duelo es el estado que resulta de una pérdida importante. Es el proceso psicológico y físico por el que pasa una persona a consecuencia de la pérdida o del fallecimiento de un ser querido. También llamamos duelo, en sentido más amplio, a los todos los procesos de pérdidas, ya sean situacionales (enfermedad, separación, divorcio u otros), materiales (pérdida del hogar) e incluso, la desaparición de una mascota allegada a nuestros hijos.
El duelo es un fenómeno complejo, con muchas facetas. Lo vivimos a nivel personal como una reacción individual y subjetiva, pero también es un asunto familiar y como tal debemos enfrentarlo para responder a las necesidades de nuestros niños.
Se habla de “estar de duelo”, aunque lo correcto sería “hacer el duelo”, pues este es un proceso y no un estado. Cuando hacemos el duelo este nos brinda la posibilidad de transitar por las diferentes etapas, al tiempo que se aprende del mismo y nos desarrollamos como seres humanos.
El duelo puede ser caracterizado como un proceso único e irrepetible, dinámico, cambiante. Un evento variable de persona a persona y entre familias, culturas y sociedades.
No es un proceso que siga pautas universales, en consecuencia, también se entiende por duelo al conjunto de reacciones que experimenta una persona (doliente) ante una pérdida de algo que es valorado como muy importante para ella. Es por esta razón que el duelo siempre será proporcional al apego que sentimos por aquello que se ha perdido y dependerá en gran medida de los afectos invertidos en la relación.
¿Cuáles son sus etapas?
Muchos especialistas coinciden en afirmar que existen generalmente cinco etapas para el duelo. Estas son:
- Negación
- Ira
- Negociación
- Depresión
- Aceptación
Estas etapas pueden ser experimentadas por nuestros hijos del mismo modo en que lo hacen los adultos. Cuando se trata de niños, es muy común que no sepan exactamente como manifestar el dolor que se siente ante la pérdida de un ser querido. La negación y la ira puede ser dos de las manifestaciones más comunes, pues es precisamente a las personas de corta edad para quienes resulta más difícil aceptar una perdida, sea del tipo que sea.
¿Cómo se manifiesta el duelo en los niños?
Cuando se produce una pérdida importante, los niños reaccionan de modo similar a los adultos. Entendamos en primer lugar que el duelo es un proceso único, individual y que por tanto las reacciones de determinada persona ante la pérdida de un ser querido no tienen que ser iguales a las que podemos experimentar los adultos.
Los niños expresan el duelo de manera diferente, pero desde la diferencia que les marca como individuos. Es por ello que manifiestan su dolor de la manera que saben o pueden. Sin embargo, hay manifestaciones que pueden ser consideradas más o menos comunes.
La manifestación más clara y común en el duelo es la tristeza. Esta es una de las emociones básicas del ser humano, y está presente desde nuestra primera infancia junto al miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa. Todas son emociones que aprendemos a expresar en el transcurso de nuestras vidas y que estarán moldeadas por las experiencias que tengamos que afrontar.
La tristeza es la expresión del dolor, un dolor que manifestamos mediante el llanto, la inapetencia, el decaimiento, la falta de apetito o el mutismo. Es normal que nos sintamos tristes cuando experimentamos la muerte de un ser querido. Cuando nuestros hijos están en capacidad de comprender la muerte en toda su dimensión es normal que experimenten sentimientos de tristeza.
¿Cómo afrontar el duelo de un niño?
Al ayudar a un niño a afrontar un duelo por la pérdida de un ser querido le estamos dotando de capacidades importantes, que le serán útiles en su vida adulta. Es importante tener claro que no podemos, ni debemos, evitar que nuestros hijos se lamenten por la perdida, lo mejor que podemos hacer en estos casos es brindarles nuestra compañía, nuestra solidaridad, apoyo y comprensión.
Si el niño manifiesta su dolor, no se lo impida. Manténgase presente pero no le fuerce a nada, entienda que el duelo es un proceso necesario y que implica sanación.
¿Qué particularidades tiene el duelo en los niños?
La comprensión de la muerte siempre estará condicionada por la edad. No se entiende la muerte a los cinco años de edad del mismo modo que se entiende en la adolescencia. Por eso es importante que los niños y niñas sean capaces de comprender que la muerte ocurre a todo el mundo (es universal), que es imposible de modificar (irreversible) y que es para siempre (permanente). Explicarles esta situación requiere, de nuestra parte, que tengamos en cuenta su nivel de madurez y su capacidad de comprensión.
Si son de muy corta edad no reconocen la muerte. La viven como separación y cambio que les puede provocar inquietud y angustia. Perciben la pena a través de quienes les rodean. Por ello, es importante mantener las rutinas, acompañarles todo el tiempo posible y asegurarles amor y cuidados.
Manejo específico del duelo acorde con la edad
Si el niño es muy pequeño, entonces no tendrá conciencia de la muerte y no es preciso llevar a cabo acciones específicas. Por tanto, a partir de los 2 años de edad, nuestros hijos si van a necesitar que se les comunique de manera sencilla y clara lo que ha ocurrido. En este caso es necesario ser muy cuidadoso a la hora de elegir las palabras, pues es una edad en la que se suelen tomar éstas al pie de la letra. No le diga cosas tales como “El abuelo se fue de viaje” o “Está durmiendo” pues éstas frases pueden traer futuros problemas si el niño las entiende literalmente.
Si los niños o niñas son de mayor edad, entonces es recomendable ser mucho más francos con ellos, pero siempre teniendo en cuenta su nivel de madurez y la información que buscan expresamente. No es bueno brindarles información de más, limítese a responder sus preguntas de la manera más sencilla y honesta posible.
No le pida al niño que no llore, esto es muy importante. Es conveniente que el niño pueda vivenciar el dolor de la perdida y expresar sus sentimientos. Es incorrecto pedirle que se comporte o se contenga pues esto resulta perjudicial para su salud emocional.
De igual modo es importante que no se les excluya o aleje. La muerte de un ser querido es también un proceso familiar y nuestros hijos tienen la necesidad de participar en dicho proceso en igualdad de condiciones, aunque sin perder su carácter infantil.
¿ Cómo apoyar a nuestros hijos durante el duelo?
En caso de que los niños o niñas manifiesten alguna clase de temor o miedo al abandono o a perder a más personas importantes, hay que tranquilizarlos en este sentido. Debemos mostrarle que su familia le apoya y que está junto a él, no solo en los buenos momentos sino también en los momentos de dolor y tristeza. Tenemos que ayudarlos a exteriorizar sus sentimientos y permitirles que hagan todas las preguntas que consideren pertinentes.
En ocasiones nuestros hijos pueden llegar a manifestar sentimientos de culpa y hasta considerar que han sido ellos los causantes de la muerte de la persona fallecida. Esto ocurre porque los niños son seres llenos de imaginación y puede creer firmemente que la muerte se produjo por algún pensamiento que cruzó su mente o incluso por portarse mal. Este es uno de los motivos por lo que es muy importante explicarles a nuestros niños la causa de la muerte de una manera comprensible.
Es normal que, en ocasiones, los niños aparenten normalidad o incluso indiferencia ante la muerte de un familiar. Esto se debe a su falta de experiencia y a la inseguridad que sienten ante la necesidad de expresarse frente a una situación que experimentan por vez primera. Esta primera reacción puede estar seguida de irritabilidad, rabia o conductas violentas. Por lo tanto, tenemos que ser conscientes de que estas pueden ser formas de expresión de su tristeza.
Nuestros hijos van a necesitar que seamos capaces de tratarlos con toda la paciencia y una gran comprensión. Acompañarlos sin imposiciones. Estar presentes, pero respetando su espacio y su necesidad de aislarse cuando así lo precise, siempre dejándole en claro que estaremos a su lado en el momento que lo necesite y por el tiempo que sea necesario.
El funeral
Uno de los momentos críticos del proceso del duelo es el entierro del fallecido. Los ritos fúnebres tienen una función muy importante es este proceso. De cierta manera es el punto del adiós final, aunque nunca llegamos a separarnos totalmente de los seres queridos que se han ido. El funeral es el momento en que formalmente se da término a nuestra relación física con la persona fallecida.
Para los niños el funeral también es un momento crucial. Será precisamente ahí donde tendrá que enfrentarse de manera concreta a la evidencia física de la muerte, uno de los momentos emocionalmente más duros que enfrentara a lo largo de su vida. En este caso todos los padres se preguntan exactamente lo mismo.
¿Debo o no debo llevar a mi hijo al funeral?
La respuesta a esta pregunta solo la puede responder el propio niño. Si el niño expresa que quiere asistir al funeral y despedirse, entonces es bueno que lo haga. Incluso si quiere ver por última vez al fallecido. No se le debe impedir cumplir su deseo. En este caso hay que estar a su lado y confortarlo tanto como nos sea posible.
El asistir o no a los funerales siempre ha de ser una decisión tomada por el niño y como padres solo tenemos la obligación de explicarle cual es la situación y brindarle toda la información que necesite para decidir si asiste o no.
De igual manera hay que tener muy presente que, si el niño no quiere asistir, es también su decisión. No es bueno obligarlo a pasar por una situación ante la cual se siente inseguro. No lo obligue a estar presente y mucho menos le imponga una despedida para la que no está preparado. Si el niño decide que no quiere participar eso no es prueba de nada, los sentimientos no pueden ser medidos por la asistencia o no a actos de tipo formal.
Complicaciones en el duelo infantil
La mayoría de los niños y niñas superan el duelo sin grandes complicaciones. Como regla general son capaces de adaptarse de manera adecuada a la nueva situación. Sencillamente estando a su lado y comunicándonos, se logra un sano proceso de duelo. Sin embargo, si a pesar de la atención que les brindamos observamos dificultades para superar el duelo, es necesario buscar ayuda profesional.
¿Cuándo es necesaria la intervención profesional?
La intervención profesional solo será necesaria ante la presencia de un duelo patológico. Cuando el dolor moral se prolonga por un periodo de tiempo considerable y su intensidad o características no se corresponden con la personalidad previa del niño, hablamos de un duelo patológico.
El duelo patológico es aquel que impide o dificulta que la persona se relacione o interese por otras. De igual modo hablamos de duelo patológico cuando la persona se ve invalidada en su vida diaria y es incapaz de hacer frente a sus responsabilidades, viviendo retraída y concentrada en los recuerdos del fallecido.
A veces es difícil distinguir cuando un duelo normal se ha convertido en patológico. La reacción intensa, la necesidad de tratamiento por agotamiento, la identificación excesiva con la perdida, puede ser indicios de que el niño necesita de ayuda profesional.
¿Cómo actuar ante un duelo patológico?
Cuando ha transcurrido un tiempo, más allá del prudencial, si la persona allegada al fallecido aún no ha conseguido con recursos propios dar el duelo por cerrado estamos ante la presencia de un duelo patológico y en consecuencia debemos actuar de la siguiente manera.
- En primer lugar buscar ayuda profesional, de preferencia un psiquiatra o un psicólogo con entrenamiento en psicoterapia.
- Reforzar el entorno familiar. Toda la familia debe involucrarse en el proceso de recuperación del paciente.
- Si la persona es miembro practicante de alguna religión, buscar apoyo de tipo espiritual por parte de los líderes de su comunidad.
- Salvo en el caso de que se diagnostique una depresión clínica, no utilizar drogas.
- Realizar psicoterapia de apoyo con los siguientes objetivos:
- mejorar el funcionamiento de la familia a diferentes niveles
- aumentar la comprensión mutua y el apoyo emocional entre los miembros de la misma
- desarrollar estrategias de afrontamiento y habilidades de resolución de problemas
- Emplear el reforzamiento positivo
- Brindarle al paciente apoyo por medio de la escucha activa, la empatía y la expresión oral
- Facilitar al paciente el desahogo por medio del recordatorio de la persona fallecida, permitiéndole hablar de lo sucedido.
- Potenciar los elementos adaptativos.
Todo lo anteriormente expuesto implica, que cada niño puede tener una reacción muy propia ante el duelo, que estará relacionada con su edad y madurez emocional. Es importante recalcar el papel protagónico que los adultos tenemos en apoyar a los pequeños en esos momentos difíciles y que se sienta seguro y acompañado.