El término fómites puede ser que no sea muy conocido, pero de seguro ya te han alertado sobre los peligros que ellos implican. De eso se encargaron nuestros padres y abuelos, y tú también has alertado a tus hijos sobre ellos. No obstante, muchas veces pasamos por alto el riesgo que estos vectores pasivos implican en la transmisión de enfermedades.
Más aún, estamos expuestos a estas vías de contagio todo el tiempo en nuestro día a día, por lo que conocer sobre los fómites y estar al tanto de las medidas higiénico-sanitarias necesarias para que no nos afecten es de suma importancia.
Para conocer más sobre este tema te recomiendo la lectura: ¿Se pueden prevenir las infecciones en la guardería?
Pero, ¿qué son los fómites?
Los fómites, vectores mecánicos o vectores pasivos son los objetos o sustancias que debido a su estructura, propiedades químicas, lugar dónde se encuentran o uso que se les da tienen la capacidad de propagar agentes que causan enfermedades.
En otras palabras, un fómite es un objeto inanimado que puede contaminarse con un patógeno viable, sea este una bacteria, un virus, un hongo o un parásito y puede transferir este patógeno de una persona a otra. Al ser un objeto inanimado, se le denomina vector pasivo porque en realidad no realiza ninguna acción directa para transferir el patógeno, sino que solo tiene las propiedades necesarias para sostener su viabilidad.
A modo de ejemplo, una jeringuilla que haya sido usada por una persona con VIH es un fómite, pues si la usa otra persona dentro del período de tiempo en que el virus se mantenga viable le transferirá el patógeno. Es un vector pasivo, pues en sí no realiza una acción para transmitir el virus: la otra persona que la utiliza es quien realiza la acción.
Un mosquito que pique a un enfermo de malaria y después transfiera la enfermedad picando a una persona sana no es un fómite, pues el mosquito no es un objeto inanimado y de hecho está realizando una acción para transmitir la enfermedad.
La palabra fómite proviene del latín fōmĭtēs y significa yesca, el material que se inflama cuando recibe la chispa de un pedernal.
Características de esta via de contagio
La posibilidad de que un objeto inanimado se convierta en un fómite depende del ambiente que lo rodee. Mientras más expuesto se encuentre al contacto con agentes patógenos, mayores serán las posibilidades que los albergue.
Que un objeto sea un fómite también depende de la puerta de entrada al huésped susceptible (humanos). Por ejemplo, en las infecciones del tracto digestivo la vía de entrada es la boca, por lo que al utilizar cubiertos o vajilla contaminados estos se convierten en fómites para esa enfermedad.
De la misma forma, el ciclo del patógeno que se aloje en la superficie y que esta tenga una estructura y superficie apta para la transmisión también determina que un objeto se convierta o no en fómite. Se ha determinado que las superficies lisas y pulidas (como la de un cristal, por ejemplo) tienen más potencialidad de convertirse en fómites que las porosas (como la de un billete) por simple contacto. En este caso, aunque la superficie porosa ofrece más posibilidades de supervivencia del patógeno, también lo absorbe y es más difícil que pase al hospedero.
Fómites potenciales en el ambiente hospitalario
Como es correcto sospechar, la mayor cantidad de fómites se encuentran en los lugares donde hay una concentración más alta de patógenos. Los hospitales y otros centros de salud, donde acuden las personas enfermas, son los lugares donde debemos tener mayor precaución.
También estos objetos coinciden con los que llevan las personas que mayor contacto tienen con los enfermos: el personal de salud. Así, los estetoscopios, mascarillas de oxígeno, corbatas, catéteres, batas médicas y camillas son los objetos que mayor potencialidad tienen de ser fómites.
No obstante, es aconsejable tratar todo el entorno del centro de salud como un vector mecánico: asientos, pasamanos, manijas de puertas, entre otros muchos.
En relación a los microorganismos que pueden ser transmitidos por los fómites, estos son tan variados como pueda imaginarse, cada uno dentro de su ciclo infeccioso. No obstante, los que más comúnmente se reportan son:
- Acinetobacter
- Actinomices
- Enterovirus
- Estafilococo aureus
- Estafilococo epidermidis
- Estreptococo pyogenes
- Estreptococo viridans
- Pseudomona aeuroginosa
- Virus de la influenza
Dentro de las enfermedades más comunes asociadas a los fómites intrahospitalarios tenemos:
- Neumonías nosocomiales por intubación.
- Bacteriemias por cateterismo.
- Infecciones urinarias por cateterismos.
Las enfermedades que se propagan por fómites dentro de los centros hospitalarios no solo son las más frecuentes, sino también las más peligrosas debido a los procesos de mutación y resistencia a los medicamentos que sufren los microorganismos en ese entorno.
A pesar de que en los centros de salud se ejecutan protocolos para la identificación y esterilización de los fómites potenciales, la constante afluencia de pacientes hace que ninguna precaución sea poca.
Fómites en el día a día
El mecanismo de transformación de cualquier objeto en un fómite es básicamente igual en todas partes: basta que un objeto se ponga en contacto con un patógeno para que se transforme en un vector mecánico.
Por ello, si una persona con una enfermedad respiratoria estornuda en un pañuelo, este se convierte en un fómite. Si lo hace sin pañuelo, cualquier objeto que toque sus fluidos se convierte en un medio de propagación de la enfermedad por el tiempo que el patógeno pueda vivir en esa superficie. Cualquier persona que toque el fómite y luego se lleve las manos a la boca o la nariz tiene posibilidades de contagiarse.
Entre los fómites más usuales que podemos encontrar a lo largo de nuestro día están las manillas de puertas y llaves de grifos, el material de oficina de uso común, todas las superficies del transporte público, los pasamanos, los pisos de las duchas en el gimnasio, los juguetes compartidos en las guarderías… en general, cualquier objeto o superficie que pueda haber sido tocado por una persona portadora de patógenos puede convertirse en un vector mecánico o fómite.
Medidas para minimizar los riesgos
Resulta obvio que no podemos sustraernos del contacto con los fómites. No obstante, sí podemos minimizar sus riesgos tomando medidas higiénico-sanitarias básicas:
- La higiene de las manos es vital, no importa si ha acudido a un centro de salud o no. Lávese las manos frecuentemente, en especial antes de ingerir alimentos y después de ir al baño. Cuando regrese al hogar, lávese las manos también.
- No comparta objetos de uso personal.
- Después de acudir a un centro hospitalario, trate por todos los medios de higienizar sus manos y su ropa lo más aprisa posible.
- Evite además llevarse las manos a la boca, los ojos u otras mucosas.
- Si está fuera de su hogar y no dispone de un baño donde lavarse las manos, utilice geles antibacterianos de solución alcohólica.
- Si tiene una infección respiratoria, cúbrase la boca y la nariz al toser o estornudar. Utilice pañuelos, de preferencia desechables, para contener las secreciones respiratorias y disponga de ellos en el recipiente para residuos más cercano.
- Educa a tu hijo en la importancia de lavarse las manos frecuentemente es la mejor prevención contra la amenaza de los fómites.
Recuerda: no es solamente evitar los fómites en la medida de lo posible, sino también evitar crearlos.
Te recomiendo la lectura de: ¿Cómo prevenir las infecciones respiratorias agudas?