También llamada culebrilla, el herpes zóster en el embarazo es una enfermedad poco común. Incluso si aparece el pronóstico es bueno, pero eso no quiere decir que sea una condición médica que pueda desatenderse.
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El herpes zoster no debe confundirse con el herpes simplex, que tiene dos variantes: tipo I o herpes labial que afecta sobre todo cara y labios y tipo II, que ataca los genitales. El herpes zóster aparece solo si la gestante ha tenido varicela en algún momento de su vida.
El virus de la varicela-herpes zóster
El virus del herpes zóster es el mismo que causa la varicela, y está más diseminado de lo que se cree. Se estima que 1 de cada 5 personas lo tiene en su organismo en estado latente, en especial aquellos que tuvieron varicela durante la infancia. En España se le conoce como fuego de San Antonio, pues se pensaba que este santo tenía el poder de curar esta infección.
Como enfermedad, el herpes zóster se manifiesta cuando el virus latente se reactiva en el organismo, afectando los nervios periféricos y la piel y provocando ampollas dolorosas en forma de anillo.
El virus latente es mantenido a raya por el sistema inmunológico, pero ciertos factores que afecten la inmunidad de la persona pueden desencadenar un episodio de herpes zóster.
Estos factores pueden ser enfermedades, envejecimiento, estrés severo o tratamientos con medicamentos inmunosupresores, entre otros. Uno de estos puede ser el embarazo, estado que reduce la inmunidad en el organismo de la mujer.
Aunque es una condición rara durante el período de gestación, el herpes zóster en el embarazo e incluso la varicela tienen un pronóstico bueno si se tratan de forma adecuada.
Síntomas y diagnóstico del herpes zóster
El primer indicio de un brote de culebrilla es ardor, dolor punzante el que puede llegar a ser muy intenso, hormigueo o picazón en un lado del cuerpo o la cara. Otros síntomas iniciales pueden incluir diarrea, dificultad para orinar, escalofríos, fiebre y náuseas.
Tras el dolor y la picazón, aparece en el área afectada una erupción con protuberancias rojas, sobre todo ubicadas en el tronco. Estas se convierten al paso de los días en ampollas con líquido, que forman costras y luego se caen en un plazo de una semana a 10 días.
Luego de esto, el color de la piel en el sitio de la erupción puede cambiar, y persistir el dolor pues esta enfermedad tiene que ver con los nervios, lo que se conoce con el nombre de neuralgia posherpética. Si este dolor continúa luego de la aparición de la erupción del herpes, puede mantenerse por unos 4 meses.
Los síntomas del herpes zoster son fácilmente identificables, en especial si la embarazada tiene antecedentes de varicela.
Herpes zóster en el embarazo vs herpes simplex: riesgos para el feto
A diferencia del herpes genital o tipo II, el herpes zoster no se transmite al bebé en el momento del parto. Es importante que se efectúe el diagnóstico preciso del tipo de infección herpética que presenta la embarazada porque el virus que produce la infección genital puede transmitirse al feto en el momento del parto y pueden producir complicaciones.
Aunque un diagnóstico de herpes zóster plantea ciertos riesgos para el feto en dependencia de la etapa del embarazo, no está asociado al incremento de riesgos de malformaciones congénitas de ningún tipo.
Si la madre contrae la varicela antes de la semana 30 del embarazo puede, en casos muy raros y aislados, tener un bebé con un defecto de nacimiento. No obstante, si son tratadas con los mismos antivirales que se administran a las mujeres no embarazadas, se puede evitar que el virus se transmita al feto por el torrente sanguíneo.
Por descontado, una gestante que no haya nunca padecido de varicela debe abstenerse de entrar en contacto con personas que tengan un brote activo tanto de varicela como de lesiones de herpes zoster, so pena de quedar contagiada.
Cabe señalar que el riesgo solo ocurre en mujeres que presentan varicela y no culebrilla, que es una forma muy atenuada de la enfermedad original.
Tratamiento del herpes zóster en el embarazo
No existe una cura definitiva para la culebrilla, pero sí se puede reducir la gravedad de sus síntomas y disminuir la posibilidad de que ocurra la neuralgia posherpética.
El tratamiento incluye medicamentos antivirales como el aciclovir (Zovirax) y el valaciclovir (Valtrex). En ocasiones es necesario emplear analgésicos para combatir el dolor.
El tratamiento con estos antivirales no tiene ningún efecto teratogénico demostrado sobre el feto, y pertenecen a la categoría B de medicamentos. Esto indica que, aunque no se tienen estudios extensivos en mujeres embarazadas, se han probado en modelos animales de embarazo sin desarrollar ningún efecto adverso sobre el feto.
Por ello, el especialista hará una valoración en relación con los beneficios y riesgos de indicar un tratamiento de este tipo, evaluando la gravedad de los síntomas de la embarazada y el estado de su sistema inmunológico.
En relación con los analgésicos, estos también deben ser indicados por el obstetra en dependencia del tiempo de gestación de la mujer. Por poner un ejemplo, fármacos como la aspirina o los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (Advil, Motrin), no se recomiendan durante el tercer trimestre.
Así pues, aunque son muy raros los casos de herpes zóster en el embarazo que se convierten en varicela o llegan a un estadio muy avanzado que pueda afectar al feto, las gestantes deben estar alertas a los síntomas de esta enfermedad y comunicarlos a sus proveedores de salud. Estos sabrán actuar en consecuencia e indicar la vía de tratamiento adecuada, según la gravedad de la enfermedad.
Esta enfermedad herpética es muy molesta y te ocasionará unos días difíciles, pero es poco frecuente y raramente se complica.
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