Estereotipos de género se le denomina a la opinión o prejuicio generalizado acerca de atributos que hombres y mujeres poseen —o deberían poseer— y las funciones sociales que deberían desempeñar.
A través de ellos los grupos humanos definen según su cultura y forma de vida y pensamiento cuáles son los elementos que diferencian lo femenino y lo masculino: en su físico, forma de vestir, actuar, pensar y en las tareas que realizan.
En una sociedad moderna como la que aspiramos, es natural que se eviten el perpetuar estos estereotipos de género que ya vienen siendo cosa del pasado. No obstante, están tan arraigados en nuestra cultura y nuestra crianza que es necesario conocerlos bien para poderlos erradicar.
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¿Por qué los estereotipos de género limitan a los niños?
Los estereotipos de género definen áreas de la vida como el tipo de trabajo que la persona debería realizar, su relación con el liderazgo, las relaciones sociales que establecerá, la vida sexual, la apariencia y la manera de comunicarse con otros.
Con el salto de la mujer a los espacios profesionales, estas visiones estereotipadas han evolucionado también al ámbito del trabajo, de modo tal que se hace evidente una disparidad entre sexos en cuanto a funciones, subordinación y ganancias.
De la misma forma, esta visión preconcebida también daña el desarrollo de los varones. Se les imponen roles y comportamientos que se supone que un hombre debe desempeñar en sociedad. Más tarde, se les estigmatiza cuando no pueden o no quieren cumplir alguna de las funciones que se supone que deben desempeñar.
Esta perspectiva estereotipada es dañina porque tiene desventajas para el desarrollo de ambos sexos y contribuye a la discriminación y exclusión, tanto de hombres como de mujeres.
Estereotipos de género en la mujer
En el caso de la mujer, es un estereotipo el verla como la madre y esposa, capaz de asumir los roles que en este sentido la sociedad le asigna. De ellas se esperan valores como el afecto, la emotividad, la delicadeza y la dedicación.
Según el estereotipo femenino que impera, a su cargo estarán el cuidado y atención de su familia estando restringida al espacio privado del hogar. Sus cualidades distintivas serán la discreción, la belleza, la sumisión y la capacidad de perdonar, comprender, escuchar y reconciliar.
Los colores que supuestamente la definen son los claros, en especial el rosa.
Estereotipos de género en el hombre
Para el hombre, se exige que su rol social sea instrumental, ejecutivo, que sea un buen proveedor, protector y garante de la vida material de la familia, sin gran compromiso espiritual y afectivo.
Su espacio natural es la vida social, donde debe ejercer sus funciones principales de proveedor y luchador por el sustento y la seguridad de la familia. Debe ser hábil, agresivo, frío, eficiente, competitivo, autoritario y fuerte. Emocionalmente debe contenerse, ser independiente y no confesar debilidades de ningún tipo.
El color que supuestamente lo define en el imaginario popular es el azul.
¿Cómo actúan los estereotipos de género sobre la niñez?
Durante la niñez se crean las bases de conductas, afectos y líneas de pensamiento que determinarán cómo será la vida adulta. La educación recibida en la familia, la escuela y a través de los medios marca muchos aspectos de la personalidad.
Sus elecciones profesionales y sentimentales, el modo en que se relacionará con otras personas, el valor que se da a sí mismo y a sus ideas y obras son elementos que tienen su génesis en la crianza y la educación desde edades tan tempranas como los 4 años.
La contradicción entre estos estereotipos y la realidad genera frustraciones. Estereotipos como “las niñas son más ordenadas”, pueden dañar la visión de sí misma de una niña que necesita ayuda para organizar su espacio y su tiempo. Asimismo, “los niños son fuertes”, podría hacer que un niño enfermizo o físicamente débil en comparación con otros sienta que es un fracaso.
Las pautas de crianza relacionadas con la apariencia y fortaleza física, las habilidades, la expresión de los sentimientos y las emociones pueden generar insatisfacción, ansiedad y temores. El no poder alcanzar un ideal físico, no lograr controlarse emocionalmente, requerir ayudas o no alcanzar metas “propias del género” es campo fértil para el desarrollo de trastornos de la personalidad, que pueden llegar a ser muy graves.
La educación moderna no puede ser sexista
Los estereotipos insertados en una educación sexista se convierten en limitantes que coartan el desarrollo de la identidad, las oportunidades y las posibilidades de realización personal.
Atribuir a un sexo determinadas habilidades, descartándolas en el otro, refuerza las ideas de incapacidad y frena la voluntad de desarrollo. Las metas y expectativas que una persona se traza llevan una carga sustancial de seguridad en la capacidad de cumplirlas.
Una joven capaz de llevar a cabo proezas deportivas podría sentirse insegura ante su capacidad real de realizarlas, porque “no es propio de su naturaleza femenina delicada y suave”. De la misma forma, un adolescente con alta sensibilidad artística podría descartar sus intereses en una carrera de este tipo, porque “no está bien y no es una elección masculina”.
Estas preocupaciones no se corresponden con el modo en que los niños ven la realidad, los juegos y amistades que eligen, su autoestima y la capacidad de solucionar las demandas que le plantean la vida escolar y las relaciones con pares y adultos.
¿Cómo educar sin estereotipos?
En primer lugar, es esencial fortalecer la confianza de los niños en sí mismos. La comprensión de sus capacidades y potencialidades, independientemente de su género, es fundamental para que logren crearse expectativas reales de lo que pueden o tienen derecho a hacer.
No se deben establecer tampoco comparaciones basadas en el género. Esta libertad les permitirá verse como quienes pueden llegar a ser, sin caer en la trampa de sexualizar sus capacidades. Por el contrario, es necesario qué sepan que son libres de mostrar sensibilidad, adquirir habilidades complejas, aprender rutinas de autocuidado y organización, desarrollar su inteligencia, pedir ayuda y ofrecerla sin limitarse por representaciones prejuiciadas de su género.
Para lograr esta confianza es fundamental la comunicación. Ayuda además comparar los logros de ambos sexos en la historia y en la ficción con casos de equidad, respeto y cooperación. Esto incluye una visión crítica y respetuosa de las historias clásicas, sin cancelarlas, pero evitando que los pequeños las asimilen sin analizarlas.
También es importante crear espacios equitativos de participación en las tareas domésticas, en la vida social, en la recreación y en la enseñanza-aprendizaje. Se debe estimular de forma positiva las acciones y expresiones que se apartan de los estereotipos rígidos de género, para crear en los niños la certeza de que son libres en su elección, con independencia de su sexo.
Una educación sin estereotipos de género garantiza que los éxitos y metas personales no estarán restringidos por otro factor que la verdadera capacidad del individuo de alcanzarlos.
La labor de los padres es fundamental para que tu hijo crezca sin prejuicios y que sea un fiel exponente de los nuevos tiempos, de una educación sin conceptos predeterminados, que sea capaz de expresar su personalidad sin estereotipos de género. Y que tenga una vida mas plena, que desarrolle todo su potencial y que no le persigan fantasmas que deben quedar en el pasado. Él tiene derecho a vivir en un mundo sin estereotipos de género.
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