No gritar a tus hijos: esta es la mejor forma de educar

No gritar a sus hijos debe ser un propósito de la educación a los hijos de cada familia, no obstante, una y otra vez los vence la desesperación y terminamos alzando la voz cuando los pequeños parecen no escucharnos, o ignorarnos directamente.

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Todos los padres comprenden teóricamente que gritar está mal, pero la práctica impone retos que hay veces son difíciles de enfrentar, así que pierden la paciencia y actúan de forma diferente a la razón. Aunque los gritos funcionen de forma momentánea, a la larga perderá sentido y efectividad. Es más sano y preferible recurrir a otras técnicas en lugar de gritar.

No gritar a nuestros hijos es la forma correcta de educarles y ser un modelo de comportamiento a seguir, lograr controlar las emociones lleva tiempo y esfuerzo

Educar, no gritar

Si tratamos de imponer nuestras exigencias a voces, a la larga el niño se adapta a no obedecernos hasta sentir que estamos realmente enojados. Esto, claro está no es sano ni para los padres ni para el desempeño futuro del menor en su incorporación a la sociedad.

Responder a los gritos no es una habilidad nata, sino un mal hábito adquirido que nosotros mismos inculcamos al menor. No gritar es un acto de autocontrol de nuestras emociones. Así, es necesario mantener a raya la ira y la frustración que genera la indiferencia del niño a nuestras órdenes, y esto es un proceso que lleva su tiempo y debe realizarse de forma gradual.  

Desentrenarnos del hábito de gritar implica en primera instancia reconocer cuando lo hacemos y detenernos de inmediato. Luego, dominarnos para ni siquiera empezar a hacerlo y adoptar un estilo educativo más provechoso y racional.

Numerosas razones para no gritar…

Hay diversas razones para no gritar a nuestros hijos, pero estas son las 5 más importantes.

Afecta la audición del niño y los vuelven sordos a nuestras palabras

De más está decir que gritarle a un niño pequeño puede afectar su sentido del oído, pero más que nada cuando gritamos de forma constante le adaptamos a un nivel de voz muy alto. Esto clasifica como una interacción negativa, y aunque obedezca conminado por nuestros gritos, lo hará con pocos deseos y de mala gana. El grito es una respuesta de agresividad, y por lo tanto provocará un comportamiento similar.

Cuando le gritas a tu hijo y no eres capaz de controlar tus emociones propiciarás que te imite y sea agresivo en el hogar y ante su colectivo

Gritar no es gestionar las emociones

Perder el control y gritar enseña a manejar las situaciones de ira y rabia utilizando la agresividad. De esta forma, al crecer, el hijo adolescente pierde el control ante la más mínima dificultad. Es necesario gestionar los problemas con autocontrol, serenidad, y hablando de las emociones con transparencia.

Gritar asusta

El grito de los padres genera en los pequeños diferentes reacciones como  miedo y luego rabia e impotencia. Esos no son los sentimientos que deben prevalecer en las relaciones de los hijos con los padres. Para que obedezca, aprenda, haga las cosas bien y respete a sus padres, estos deben convertirse en el modelo a seguir y lograr que los niños los imiten por la fuerza del ejemplo haciendo siempre lo correcto.

Gritar aleja

Cada grito es un paso de separación de los padres con sus hijos. Disminuye su autoridad, merma el respeto que le deben profesar y se deteriora la  confianza en la comunicación. Gritar separa familias, debilita las relaciones y sólo aumenta el malestar emocional en el hogar.

Más gritos, menor autoestima

Gritar de forma constante socava la autoestima del niño, que comienza a tener miedo de hacer las cosas por sí mismo por temor a que le griten. El niño llega a concebir en su mente que los padres no están orgullosos de sus logros y temen no estar a la altura de lo que se espera de él.

Consejos para no gritar a tus hijos

Ten presente estas estrategias para evitar gritarle a tus hijos. Verás que, si las incorporas a tu modelo de enseñanza, estarás preparándole mejor para la vida y al mismo tiempo mejorará tu propio comportamiento.

Genera medidas positivas

Cuando los ánimos están caldeados, cualquier acción se percibe como una amenaza y una puerta abierta a los gritos. Ese es el momento en que lo mejor que se puede hacer es encontrar un lugar tranquilo para calmarse y hacer un tiempo-fuera hasta que la ira se apacigue.

Busca un compromiso familiar

Todos los miembros del hogar deben comprometerse a respetarse y no gritar. Involucra también al pequeño, explicándole que tienes que aprender a dejar de gritar y él debe ayudarte en esta tarea. Con paciencia, todo puede mejorar.

Detente cuando te enojes

Solo cierra la boca y deja de gritar. Cualquier acción o decisión que parta de la ira será mala, así que respira hondo y no continúes hasta que te hayas serenado. Solo así podrás educar y no tomar medidas desproporcionadas.

No gritar a tus hijos es muy aconsejable porque cuanto más le grites menos caso te harán y serán mucho más sordos a tus gritos

No eches leña al fuego

En un mal día, cualquier chispa hace un fuego. Debes aprender a reconocer cuando la jornada está siendo mala y no descargar tu agresividad con quien no lo merece. Aprende a desligar los problemas del trabajo y la vida con la educación de tus hijos.

Busca tu centro

Antes de dar una respuesta visceral, mira la situación desde otro punto de vista. Eso hará que encuentres la mejor manera de lidiar con la situación sin necesidad de recurrir a los gritos. Para educar bien, debe hacerse desde el reconocimiento y el afecto.

No gritar como alternativa ante los problemas disciplinarios de tu hijo es muy favorable, porque estos acarrean serios problemas en el comportamiento y la conducta de tu hijo

Controla tus emociones

Recuerda que, si sabes manejar tus emociones, estás enseñando a tu hijo a controlar las suyas. Para eso, debes vigilar lo que sientes y lo que trasmites. Esta observancia lleva tiempo y esfuerzo, pero vencer esta asignatura pendiente te hará mejor padre y también mejor persona.

Sé empático y escucha

Para poder educar, es necesario que escuches  a tu hijo cuando manifiesta sus emociones, sean estas positivas o negativas. Mostrar empatía da a entender al niño que entiendes cómo se siente y que puede confiar en sus padres para expresarlo sin temor a represalias.

Pide disculpas si es necesario

Si te dejas llevar por un momento de ira, pídele disculpas sin tapujos. Eso no disminuye a sus ojos tu papel de padre, sino que le hace comprender que también debe pedir disculpas si actúa de forma negativa. A veces, basta dar el primer paso para que el enfado se desvanezca y las tensiones se alivien.

Los niños actúan como niños

No pretendas que un niño se comporte de forma adulta: él no desobedece por el placer de enfadar a sus padres ni actúa con maldad. Los niños deben jugar y olvidan sus obligaciones: el papel de los padres es tener paciencia y recordárselas hasta crear en ellos hábitos.

En la educación de tus hijos es importante que aprendas a escuchar con paciencia sin perder la calma, para que sea capaz de contar contigo para enfrentar sus problemas

Respira y reconoce lo que sientes

Si te enfadas, aléjate por un momento, respira y lávate la cara de ser necesario. Detrás del enojo viene la pérdida de control y el grito: si sabes reconocer que estás a punto de explotar, es el primer paso para impedirlo.

Trata con respeto a tu hijo

Si a un niño se le respeta y reconoce cuando hace las cosas bien, esto le promueve a tener un buen comportamiento y respetar a los demás. Que sea tu hijo hace que merezca más respeto que cualquier otra persona, no menos.

Si sigues estos consejos de forma diaria, verás que no gritar a tus hijos va convirtiéndose en parte de tu vida. Esto te hará, por supuesto, mejor padre y a tus hijos más felices y mejor educados.

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